Atracones y dietas: la pescadilla que se muerde la cola

Te sientes mal. Te entra un fuerte antojo. Comes. Te satisface momentáneamente. Comes demasiado. No puedes parar. Te abruma la culpa y la vergüenza. Ocultas al mundo esa sensación. Pasa un tiempo y vuelves a sentirte igual de mal. No has solucionado nada, por eso vuelves a buscar la calma y a resguardarte en la comida. El ciclo sin fin.
El atracón viene acompañado de una sensación de descontrol. Es común que aparezca la necesidad de someternos a una dieta restrictiva que nos dé la sensación de autocontrol, de autogestión de nuestro propio cuerpo y nuestra mente. Lo cierto es que no sirve y nos lleva directamente al próximo atracón.
A nivel nutricional, las dietas excesivamente restrictivas, dietas milagro, dietas detox o cualquier otra dieta que se imponga en formato de tabla con gramajes, insípida e inadaptada con respecto a la vida de la persona que la sigue (es decir, sin individualizar), causan un efecto rebote, provocando una recuperación posterior del peso perdido y muy probablemente un aumento todavía mayor que cuando la empezamos.

No nos enseñan a comer, no entendemos por qué estamos haciendo lo que hacemos, nos suponen un castigo. Las hacemos porque hemos hecho algo mal y por lo tanto ese es el precio que debemos pagar, teniendo una probabilidad de éxito del cero por ciento, ya que la adherencia se ve afectada, por mucha fuerza de voluntad que tengamos. La voluntad es racional, las emociones y la razón buscan un equilibrio y, por tanto, nunca ganará la razón cuando te encuentres desbordado de emociones que no has gestionado con anterioridad.
Por no hablar de que dichas dietas, promocionadas en su mayoría sin fundamento científico, nos prometen alcanzar un canon estético formulado por la sociedad que no tiene en cuenta la variabilidad y diversidad corporal con la que nos encontramos en nuestra realidad. Olvidando que la salud no tiene una silueta, altura, peso o forma concreta.